Ya en las primeras líneas del Quijote (prólogo y primer capítulo) sale a relucir ese territorio mágico: “Se imaginaba el pobre, ya coronado por el valor de su brazo, por lo menos del imperio de Trapisonda”. A lo largo de todo el libro afloran referencias, también en el capítulo final, cuando Don Quijote abandona sus desvaríos, alimentados por libros de caballerías. El nombre mítico pasó al lenguaje común; Joan Corominas define la palabra trapisonda como sinónimo de “bulla y riña” en su Diccionario etimológico (1954). Y en la época dorada de los tebeos, el gran Francisco Ibáñez creó los episodios de La familia Trapisonda, un grupito que es la monda (1958), narrando las desventuras de una familia de clase media-baja, la que abundaba en aquel tiempo de silencio.