Dejémonos de diplomacias: vivimos tiempos infames. Tiempos en los que se puede ver a 25.000 jóvenes reunidos de fiesta en un macrobotellón en Ciudad Universitaria de Madrid para celebrar el inicio del curso, pero esa misma noche no se puede abrir la sala El Sol con aforo completo para ofrecer un concierto. Tiempos nuevos, tiempos salvajes, que cantaban Ilegales. Días en los que los más perjudicados siempre son los mismos: los trabajadores de la música en vivo.