Alfonso Menéndez Granda es arqueólogo y conoce los subterráneos de Cimavilla como la palma de su mano, no en vano lleva años excavándolos en busca de su pasado romano. Mientras nos dirigimos a las termas de Campo Valdés me cuenta sus vivencias de mozo en el barrio: “Hace 30 o 40 años esto era totalmente diferente a como la vemos ahora. Al sur estaban los desguaces de barcos, había montañas enormes de chatarra y ratas como gatos, una cosa tremenda. Recuerdo de pequeño el puerto, todavía con barcos de pesca (hoy es el puerto deportivo). De hecho, la plaza del Marqués por la que estamos pasando ahora se llamaba plaza de la Barquera, porque aquí sacaban los pescadores las barcas a seco. Nuestros padres nos tenían prohibido subir a Cimavilla, pero nosotros pasábamos los días metidos por allí arriba, jugando en las baterías, entre matorrales; pero a la noche salíamos disparados. A esas horas no era un sitio recomendable. Hoy todo ha cambiado, el Ayuntamiento hizo un gran esfuerzo y ahora es el barrio de moda y de ocio nocturno”.