Información sesgada, manipulación informativa o bulos son conceptos cada vez más presentes en nuestra sociedad. Nos hemos acostumbrado a oír hablar de desinformación cada día, pero no es tan habitual saber identificarla. En plena transición digital, la información falsa y errónea en Internet se propaga a toda velocidad, y sus efectos no son inocuos. Al contrario, tienen consecuencias graves: aumento de la polarización social, propagación de los discursos de miedo y odio, y una sensación de desconfianza cada mayor hacia los medios y la política. Este contexto es especialmente perjudicial para las niñas y adolescentes que, en una etapa crítica de aprendizaje y desarrollo, se enfrentan a contenidos falsos, confusos y peligrosos sin saber cómo diferenciarlos de la información útil, contrastada y veraz.