En Navidad se multiplican las ferias y mercadillos donde probar los dulces conventuales, preciados bocados de larga tradición y estricta elaboración artesanal a cargo de distintas órdenes de clausura que viven alejadas del mundanal ruido. A finales de año estas delicias suelen abandonar su encierro religioso para gloria y regocijo de muchos hogares españoles, donde no suelen faltar en sus bandejas de postres navideños. Los días de descanso por la Navidad también pueden ser un buen momento para emprender una ruta por los conventos de la Península, con paradas muy golosas en estos espacios de silencio donde se elabora una prodigiosa repostería fiel a recetas centenarias. Postres como las perrunillas, las yemas, los mantecados, los amarguillos, los mazapanes, las rosquillas o los polvorones que, además de servir de sustento económico a las órdenes religiosas, mantienen vigente la antigua regla benedictina del Ora et Labora. Estas son algunas de las mejores paradas.