En 1842, el artista británico J. M. W. Turner, fiel a su máxima “la atmósfera es mi estilo”, pintó tres acuarelas de una montaña de los Alpes, en el centro de Suiza. En la Tate Gallery de Londres aún cuelga la más famosa de ellas: The Blue Rigi. No fue el único que sucumbió al magnetismo de la Rigi, montaña cuyas cumbres eran entonces un misterio de difícil acceso. En julio de 1897, Mark Twain volvió a Suiza. Acarreaba problemas económicos y el luto por la desaparición de su hija Susy. Twain y su esposa, Olivia, deseaban un lugar tranquilo donde recomponerse. Como él ya había escalado la Rigi en su primera visita 11 años antes, se instalaron en el pequeño pueblo de Weggis, a los pies del lago de los Cuatro Cantones y a la sombra de la montaña. Permanecieron 10 semanas. En una carta escrita ese verano anotó: “Un domingo en el cielo es ruidoso en comparación con esta tranquilidad”.