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Una escoba o un cepillo pueden ser un gran regalo, y esta tienda de Oporto lo demuestra

A los amantes de las ciudades nos ha venido a importunar un dispositivo de limpieza urbana que llegó hace un tiempo a reemplazar a las escobas: se trata del soplador de hojas a gasoil, que expande polvo hasta alturas impensables, aniquila colonias de insectos minúsculos y carga el aire de aún más gases de combustión. Como si todas sus maldades ecológicas fueran pocas, agrega al ruido constante del tráfico otro estruendo sostenido en primer plano. Por eso, quienes nos hemos convertido en alérgicos enemigos del soplador a motor detectamos una escoba de las de antes a kilómetros, y rendimos pleitesía a su desordenada melena de sorgo o de mijo. Añoramos el sonido de sus roces (dicen que esas pajas naturales soportan mejor la dureza del asfalto o de los adoquines) y cuando las descubrimos sobreviviendo en las aceras de una ciudad intuimos que en ese ayuntamiento sí hay responsables a los que les concierne la salud y el medio ambiente. Pues, quien camine por Oporto una mañana, temprano, verá que allí todavía hay limpiadores municipales que barren las calles con grandes escobas hechas de mantos de brezo, las cuales conviven con otras tecnologías, claro.

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