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Del estudio de Sherlock Holmes a la casa de Dickens, viaje literario por Londres

Pocas frases tan célebres como la pronunciada por Sherlock Holmes a su ayudante: “Elemental, querido Watson”. Si bien tal latiguillo no lo escribió sir Arthur Conan Doyle; apareció por vez primera en la película de 1939 Las aventuras de Sherlock Holmes (nueve años después del fallecimiento del autor). Alto y espigado, el personaje vio la luz en 1887, en Estudio en escarlata (protagonizó tres novelas y 56 cuentos). ¿Sus aficiones? La apicultura, el boxeo, tocar el violín. ¿Sus hábitos? Comer galletas e inyectarse cocaína en casa, en el 221B de Baker Street, en Londres, que comparte unos años con Watson. ¿Su enemigo? El profesor Moriarty, líder de la criminalidad europea, que tiraría al detective por las cataratas del Rin en El problema final. Pero Doyle, empujado por las protestas y súplicas de sus lectores, resucitaría a su personaje, hoy más vivo que nunca.

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