En Lviv, Ucrania, el teatro Kurbas se ha convertido en albergue para refugiados. En el mismo sitio donde hace unas semanas se representaban obras experimentales, los desplazados por la invasión rusa ocupan el escenario, el patio de butacas, los pasillos. El sótano es un búnker antiaéreo. La dramaturgia ha parado para dar cobijo a las víctimas del drama real.