No llevo la cuenta, pero posiblemente México sea uno de los países que más veces he visitado en mi vida. He viajado en vagones de segunda en el Chepe, el tren que une Los Mochis con Chihuahua. He buceado en la bahía de La Paz y en los arrecifes de Cozumel. He brindado con mezcal en la plaza Garibaldi y he visto ballenas grises en Baja California. Comí peyote en Real de Catorce y bebí más micheladas de las que debía en fiestas muy locas con las muxes de Juchitán. Volé en globo sobre San Miguel de Allende y conviví con los insurgentes zapatistas en Chiapas en el alzamiento de 1994. Cabalgué hasta las profundidades de las barrancas del Cobre con vaqueros de mirada adusta y palabras esquivas. Me sentí honrado con la hospitalidad de Ángeles Mastreta y fui a Comala en busca de un secreto, como el hijo de Pedro Páramo.