Caminemos por el parque Common de Boston, un día de 1860, junto a dos hombres que están charlando de versos. Bueno, en realidad es uno de ellos, de edad madura y ademanes exquisitos, quien lleva la voz cantante; el otro es un joven impetuoso y decidido. El primero, Ralph Waldo Emerson, está defendiendo la postura de que su acompañante, Walt Whitman —que le había enviado su primer libro, Hojas de hierba—, podría suavizar sus pasajes más explícitos, suprimiendo de esa edición algunos de los poemas con alusiones sexuales. El pretexto es que tal cosa mejoraría las ventas del poemario; sin embargo, Whitman rehusará el consejo, si bien siempre tendría muy presente aquella conversación con el pensador más importante del siglo XIX en Estados Unidos.