Tiene nombre como de gema, de mineral precioso. Y eso es Procida en efecto, una fantasía geológica, un espasmo de lavas congeladas en perfiles exaltados, playas azabaches, pendientes ríspidas y senderos salvajes ahogados por huertos, viñas y limoneros. Gestos pulidos de antiguas furias volcánicas, las mismas que modelaron las islas hermanas y mayores del golfo de Nápoles: Isquia y Capri. Pero Procida las aventaja precisamente por su pequeñez y aislamiento —unas 10.500 personas viven en sus 4,26 kilómetros cuadrados—. Su primor de camafeo ha excitado a escritores y servido de plató a películas de éxito. Este 2022 ha sido designada capital italiana de la cultura, y varias de las revistas y diarios más influyentes del mundo la han señalado como uno de los lugares mágicos a descubrir en los próximos meses.