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Isla Fogo, naturaleza y mucho arte en el fin del mundo

Alzar la vista y ver solo azul. El claro del cielo y el oscuro del mar, el mar de Labrador. En el punto más noreste de Canadá, ahí donde sus aguas van a dar a la inmensidad del Atlántico, enormes bloques de color blanco y aguamarina salpican la gama de azules. Son los icebergs que cada primavera se desprenden de los glaciares de Groenlandia y llegan bailando hasta la costa de Terranova y Labrador. Una brisa fresca sopla en la proa del ferri que, surcando las aguas del callejón de los icebergs, como se conoce a esta franja marina, nos lleva hasta la isla Fogo. Un sol resplandeciente ilumina este idílico paisaje y sus rayos, reflejados en las estructuras de hielo de diversos tamaños, crean una atmósfera cautivadora. Una especie de antesala de lo que espera en esta isla. 

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