Las islas son entornos especialmente vulnerables por su dependencia del exterior para todo: para conseguir energía o alimentos, para salir o entrar (avión o barco) y para su monoindustria: el turismo de sol y playa, al que una subida del mar de solo un metro representaría un tsunami económico. Canarias en este aspecto es un caso de éxito sin paragón, que se estudia en las escuelas de negocios: en 1955 llegaron 39.500 turistas; en el quinquenio 2015-1019 lo hicieron 13,5 millones cada año. Un ascenso del 34.000%. Canarias recibe más turistas que Chile, Brasil y Argentina juntos. Un éxito tan demoledor como los riesgos que lleva aparejados.