Santiago Ramón y Cajal hizo un llamamiento a todos los profesores de España el 20 de diciembre de 1899, tras la pérdida de Cuba y Filipinas en el Desastre del 98. “Junto al microscopio, poned la bandera nacional que os recuerde constantemente vuestra condición de guerreros (porque función de guerra, y hermosísima y patriótica, es arrancar secretos a la naturaleza con la mira de defender y honrar a la patria)”, proclamó el investigador. Siete años después, Cajal ganó el Nobel de Medicina por revelar la individualidad de las neuronas, “las mariposas del alma”. Sin embargo, casi un siglo después, en 1989, su amada patria apiló el legado del mejor científico español de la historia en cajas de galletas y de vermú Cinzano en un sótano del madrileño Instituto Cajal, junto al animalario.