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Ascensión Mendieta cumple su último deseo

Ascensión Mendieta, la mujer que cumplió 88 años en un avión a Buenos Aires para pedir a una juez argentina ayuda para abrir la fosa de su padre, Timoteo, yace desde este martes junto a él en el cementerio civil de Madrid. Lo vio por última vez a los 13 años, en 1939, cuando los verdugos aporrearon la puerta de su casa para llevarse al padre de siete hijos, al carnicero y presidente de UGT en su pueblo, Sacedón (Gudalajara). Desde entonces, como ha recordado su hijo Paco Vargas en el entierro, Ascensión no dejó de pensar en él y en cuanto pudo, empezó a pelear para sacarlo de la fosa común a la que había sido arrojado por los asesinos. Lo logró a los 91 años, en 2017, gracias a aquella juez argentina, María Servini de Cubría, que firmó el exhorto judicial a 10.000 kilómetros del crimen; a la abogada Ana Messuti, también argentina, que la acompañó durante todo el proceso, a los expertos de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, como René Pacheco, a voluntarios ingleses, australianos, americanos y portugueses, y a una donación también extranjera, la de un sindicato de electricistas noruego, Elogit, que conmovido durante una visita a España por la falta de ayudas a las víctimas del franquismo, decidió organizar una colecta al regresar a su país. “Las Brigadas Internacionales de la Memoria Histórica”, los definió este martes Paco Vargas.

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