Mateo Hernández regenta una curiosa agencia de detectives. Es curiosa porque sus empleados son sus hijos: Marc y Amalia. Y porque no es una agencia de detectives de altos vuelos. Es una agencia de barrio. Eso quiere decir que investigan pequeños casos – su especialidad son las infidelidades, claro –, y que, cuando cualquiera de ellos pasea por las calles del barrio en cuestión, el barcelonés Sant Andreu, lo hace con la sensación de conocer el lado oculto que le da sentido a todo. Porque la información es poder, y los secretos, la única forma de mantenerse a salvo. Mateo, un buen hombre, ligeramente exigente y algo alicaído, lo sabe bien. Por eso la primera y única regla de la agencia de los Hernández es que no se investiga a la familia.