Hay libros que te imponen un marco y un autor que te posiciona de antemano. Houellebecq, por ejemplo, es uno de ellos. Otro es Arturo Pérez-Reverte. El francés te puede hartar con su rutina provocadora, pero es letal al incomodarte con esa respuesta que darías si nadie supiera que es tuya. No duda de su mezquindad y cobardía ni de la tuya. Es fiable a su manera. Pérez-Reverte lo es a la suya. Si duda de algo, sale dudado de casa. Sus libros son un marco claro y determinado de lo que cree, de lo que sabe y de lo que dice. No concebimos la posibilidad de verle dudar en sus personajes y tramas, encontrar otra verdad a la ya sabida. Por eso uno, a veces, fantasea con entrar en su escritorio y desordenarle los papeles. A ver qué pasaba.