Guillermo Reséndiz, de 43 años, estaba en su taller de herrería en Tlalnepantla cuando el sábado a la 1.35 de la tarde escuchó en la radio que José José había muerto. Dejó de golpear el hierro, apoyó el martillo, se sentó y abrió una cerveza. Luego abrió otra, otra más y ya no paró hasta el domingo. 24 horas seguidas en las que se dedicó a poner vinilos de José José, mientras descorchaba una caguama (botella grande de cerveza) tras otra. Moviendo de arriba abajo la cabeza, su esposa confirma resignada punto por punto la versión.