Resulta extraño, pero de repente, unos minutos de espera pueden parecer una eternidad. Incluso cuando llevas años de espera en espera, buscando un refugio por medio mundo. Por eso, aguardar la llegada de un coche en un lugar desconocido en el que has pactado con un “traficante” y que te llevará de un nuevo paréntesis a otro –de un país a otro– tensa todo el cuerpo. Porque igual no aparece. Porque quizá no quedó claro el punto de encuentro, porque te engañaron…