El compromiso ha cambiado. El compromiso que nos exigían los partidos políticos era sencillo de sobrellevar. Se trataba de sumarse con una foto, de firmar un manifiesto, de declararse defensor de ciertas causas. Pero una vez que habíamos hecho una declaración pública volvíamos a nuestra intimidad, en la que incluso podíamos ejercer comportamientos que se contradecían con nuestra ideología. Se entendía que era lógico un margen de flexibilidad entre lo que se dice y lo que se hace, porque ya se sabe que los seres humanos somos imperfectos y contradictorios. La cuestión es que mientras se trató solo de alinearse con una opción partidista, el viejo tipo de compromiso verbal funcionaba a las mil maravillas. Los partidos se contentaban con nombres que sumar a su causa, a su campaña.