Como muchas personas, me he acatarrado esta semana. Conseguí quedarme en casa leyendo periódicos atrasados, guiones intensos y de vez en cuando, atendiendo mis redes y viendo los informativos. La imagen que más se repitió ese día fue la de una calle en Wuhan, la ciudad china donde nació el coronavirus, completamente vacía. Una ciudad de millones de habitantes, desierta. Pensé que acababa de ver una de esas imágenes del futuro que en realidad es presente: Un gigantesco sitio vacío que representa el miedo a gran escala.