Decía Natalia Ginzburg que “no debemos buscar nunca en la escritura una consolación […] hay que escribir sin tener ningún objetivo”, y entre las grandes virtudes de Missiroli está la de no tener otro objetivo que el de escribir jugando a escribir, la de ver la literatura como un scherzo, como broma infinita nacida del deseo de disfrutar complaciéndose con la literatura, con sus convenciones tanto como con su historia, haciendo guiños, empleando trucos, evocando autores, ejercitándose en los ejercicios de estilo, mezclando géneros en la coctelera del texto. Profesor de escritura creativa en la Scuola Holden de Turín, fundada por Baricco, y articulista del Corriere della Sera, desde su volumen de cuentos Sette e mezzo (2007), con su guiño de complicidad con Fellini, el talante travieso del autor y de su escritura quieren estar siempre por encima de los temas que trata, sabedor de que no es desde luego el adulterio lo que hace grande Madame Bovary. Vino luego El destino del elefante (2012) y empezó a crecer la telaraña emocional con la que cubre el autor sus relatos, y la consagración llegó de la mano de Actos obscenos en lugar privado (2015), una novela sobre el tránsito a la edad adulta en la que ya está presente la materia autobiográfica y que prefigura no pocos aspectos de Fidelidad, siendo uno de los más visibles la habilidad con la que la engañosa ficción es capaz de parecerse a la más fiel realidad. La vida real hacinada en el teatrillo de guiñol de la literatura.