George Steiner se sintió como si le diesen el premio Nobel cuando, leyendo la correspondencia de Gershon Scholem —maestro de la Cábala— reparó en que hablaba de él en una carta a un tercero: “Steiner no es demasiado estúpido”, decía. Que una frase así colmara de “sentido” la vida de un gigante del humanismo moderno da una idea del valor que concedía al magisterio.