Una hora y 20 minutos de aplausos. A saber si estos días Plácido Domingo se acuerda de cuando logró el consenso más largo de la historia. Sucedió en 1991: después de asistir a su Otelo, el público de la Ópera de Viena se entregó a la celebración del tenor durante 80 minutos. A la sazón, hacía tiempo que ya era una estrella, de ahí que ese récord se amontonara sobre muchas medallas. Bajo la luz —y las sombras— de hoy, sin embargo, la marca adquiere un significado inesperado: el divo más aplaudido ha pasado a ser el más cuestionado. Y, ahora, a aceptar la responsabilidad por los casos de acoso que se conocieron el pasado verano.