Se acerca otro 8-M, el tercero en España desde el aldabonazo de 2018. En todo el mundo, la revitalización del movimiento feminista mueve a los poderes legislativo y ejecutivo —en Argentina, la ola verde ha conseguido que el Gobierno haya prometido una ley del aborto—; al poder judicial —en España, el Tribunal Supremo corrige la sentencia de La Manada—; ha conseguido que se resquebraje el imperio de los “usos sociales” que llamaban galantería al acoso y el abuso de poder, y Plácido Domingo ha podido comprobarlo; ha vuelto a retratar —qué cansancio— a quienes llaman presidente a la presidenta del Senado —porque la terminación -nte es neutra, dicen—, pero no han sufrido históricamente ni sufren en el presente con el desdoblamiento del idioma para hablar de su sirvienta; ha puesto la brecha salarial en primer término y ha evidenciado que la crisis demográfica no tendrá arreglo mientras crean que el cuidado de niños, ancianos y enfermos lo traemos las mujeres asignado, y gratis, en el código genético.