Observo, frente a la crisis del coronavirus, la existencia de dos actitudes contrapuestas: la que minimiza el fenómeno asimilándolo a una simple gripe y la que lo maximiza comparándolo casi con la peste. Sabemos que la letalidad del virus es muy reducida, pero real, sobre todo en grupos de riesgo; como también que la capacidad de contagio es muy alta. Es necesario, por tanto, encontrar un término medio entre el alarmismo y la negación del problema y actuar en consecuencia. Tomemos todas las medidas precisas para evitar la pandemia sin caer en el pánico ni en el exceso de confianza.