Los millones de mujeres que salieron a las calles el 8-M en América Latina tenían un mensaje claro: no más violencia, derechos humanos universales e igualdad de oportunidades. Las multitudinarias manifestaciones no han tenido solo un carácter conmemorativo o solidario con una causa, sino que han estado salpicadas por un componente político: un firme llamamiento a los palacios de gobierno y de justicia, considerados responsables de las estremecedoras cifras de violencia y feminicidios que sacuden el continente.