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Aprender de las crisis

Esta vez nos toca a nosotros. Sociedades acolchadas pese a todas las crisis. Con sistemas sanitarios públicos robustos, pese a los recortes que ahora nos van a pasar la factura. Con todas las radios, las teles y las plataformas audiovisuales en todos nuestros dispositivos. Tan acostumbrados, creíamos, al ocio solitario y disgregador. Y entramos en pánico cuando se nos pide quedarnos en casa, salir menos, unos días, unas semanas. Y no hablo de los que están obligados a la cuarentena, sino de todos los demás, que un día arrasamos el supermercado y al día siguiente gimoteamos porque no nos dejan irnos de finde o celebrar una fiesta. Reclamamos, airados, medidas contra el peligro objetivo del coronavirus y contra nuestro propio miedo, pero que, por supuesto, no nos cambien la vida. Como niños mimados a los que todo se les debe, quizás porque en esta parte del mundo, venimos del mayor periodo histórico de paz y bienestar. Un poquito de pudor adulto, por favor.

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