El mundo ha quedado aislado en sí mismo. Los efectos del coronavirus cuestionan la globalización, obligando a replantear el modelo económico e imponiendo nuevos desafíos en la reorganización política y territorial. El colapso del sistema obliga a debatir conceptos que rigen nuestras vidas: la autarquía, democracia, soberanía, movilidad de las personas, circulación de bienes y mercancía, o la reindustrialización. Algunas instituciones han demostrado su incapacidad de reacción y la política ha perdido sustento en sus actos a destiempo.