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Todo se puede saber si tu trabajo es saberlo

Si yo quiero saber qué pasa hoy en Wuhan tengo que dar un clic. Lo mismo al respecto de Lombardía, en este caso compartiendo cultura, continente y un idioma procedente del latín. Estamos informativamente más cerca que nunca de cualquier lugar, y emocionalmente tan lejos como siempre. Solo así se entiende que a solo 1.500 kilómetros hubiese 16 millones de personas encerradas en Lombardía por orden del Gobierno y en España la gente no solo siguiese como si tal cosa, sino hablando de Lombardía, precisamente, como si tal cosa. Ese ánimo general que era mayoritario en España hace dos meses, cuando ya muchos clamaban en el desierto solo con las noticias de Wuhan, estaba dividido en España el domingo 8 de marzo, cuando el “no se podía saber” suena hoy tan insólito que ya no había que informarse, solo abrir los ojos. La manifestación del 8-M fue una irresponsabilidad por una razón infantil: nadie en el Gobierno entendió a tiempo —tampoco es el Gobierno más adecuado para ello— que gobernar no es decir que sí a todo lo que quieren tus gobernados afines. Si el Ejecutivo animaba a ir a una manifestación por qué no llenar los estadios o ir al cine. Quién iba a imaginar que hasta la ultraderecha, quejosa de una generación que siempre encuentra algo a lo que echar la culpa y no asume nunca su responsabilidad, diría que la culpa de su mitin en Vistalegre fue del Gobierno por no prohibírselo. Si el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento, habría que añadir que el conocimiento de una pandemia no exime de protegerse de ella.

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