Qué placer tan grande, tan picudo y tan redondo, es leer, y aún más releer, pero nunca no leer, a Alejandro Zambra. Este libro, No leer (Anagrama, 2018; hubo ediciones anteriores, en Diego Portales y en Alpha Decay), prolonga desde dentro, como si fuera su diario de combate, su modo de tachar, como los surrealistas o los Beatles, todo aquello que fuera cursi o exagerado. En el prólogo él declara que muchas veces se pelearon con él poetas o narradores, por las críticas que aquí recoge en parte. Pero cuando se lee el libro se advierte, como si una navaja abriera el cerebro de los enfadados, que en los casos en que esos cabreos se produjeran quienes respiraron por la herida merecían, por lo menos, el silencio eterno. Pero ahí siguen, Zambra no los mató, sólo escribió de ellos, los puso de manifiesto.