Siempre hay quien aprovecha las situaciones extremas para obligarnos a renunciar a alguno de nuestros valores. Cuando estamos en el límite, como ahora es el caso con la pandemia, es fácil borrar los matices y situarnos ante dilemas insoportables. Es terrorífico el menú de renuncias que se nos pide si no queremos arriesgar nuestra vida y la de nuestras familias: la privacidad, la libertad, la supervivencia de las generaciones mayores, e incluso la elección democrática de nuestros gobernantes.