El día que Paul Hackett perdió el último metro de la noche supo que Nueva York puede ser una pesadilla. Este programador anónimo de una compañía informática conoció de primera mano la fauna nocturna de una metrópoli repleta de personajes extravagantes, habitantes de mundos oscuros y fantásticos, donde nunca se sabe cuándo acaba la diversión y empieza el peligro, quizá porque en la ciudad que nunca duerme no hay límites entre lo uno y lo otro, como no los hay entre la leyenda y la realidad.