Yo no concibo esa razón, pero hay quien dice que la distancia es el olvido. Había olvido a un milímetro de los labios que negaron un beso o la mínima palabra de respuesta a una verdad contundente y hay distancia infinita en el viajero cuyo codo estorba la salida del Metro sin importarle la prisa del prójimo y mucha distancia en el resignado obnubilado que evita leer las desgracias en el prensa para no mancharse con dolores ajenos y no hay distancia alguna en la mirada de la anciana que intenta acariciarnos desde el más allá con las hermosas manos arrugadas en lunares de una vejez que ha sido feliz.