El espejo en el que se miran todos los actores, Marlon Brando, es canónico por ser la primera estrella de Hollywood que no interpretaba sino que solo sentía. Pero Brando también es el padre de la interpretación moderna porque se aprovechaba de su estatus de actor imprescindible para traer el caos a los rodajes con sus excentricidades (en una ocasión exigió actuar con un cubo de hielo en la cabeza porque tenía calor), sus imprevistos (no se aprendía sus frases e improvisaba) y su mal carácter (a menudo se negaba a salir de su trailer y discutía a gritos con sus directores). Estas once estrellas abusaron tanto de su poder en la industria, tan acostumbradas a que todo el mundo las consintiera, que al final Hollywood se cansó y las desterró. A ver si así las demás aprendían una lección: por mucho que se lo crean, ninguna es Marlon Brando.