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Dos países

A medida que pasan las semanas, me da la sensación de que vivimos en dos países diferentes. Uno es simpático, solidario, confiado, aplaude por las tardes, canta o juega al fútbol desde los balcones. Y padece, no sin angustia, pero con calma, los rigores de un confinamiento inevitable. El otro se asemeja a una jaula de gallos de pelea picoteándose sin parar. Uno quiere restablecer una dictadura (mientras el dictador sea él), otro querría conquistar el poder que no logró en las urnas, a otro, en el fondo, fondo, le gustaría nacionalizar la banca y los medios de producción, otro vive un sueño tontiloco de una independencia absurda y otro quiere retener el poder sin más. Ninguno piensa seriamente en el coronavirus. Tal vez deberíamos recordar a todos que la misión del político es servir al pueblo, no retener el mando o conseguirlo con elevados conceptos que suenan a huero.

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