Tras el decreto del 14 de marzo, la idea de pasar 15 días encerrados con un adolescente resultó compleja, pero llevadera. Había que hacer acopio de paciencia para manejar la situación sin que hubiera grandes altercados. Y algo más de flexibilidad por nuestra parte con el uso —y abuso— que ellos quisieran hacer con la tecnología. Era una misión aceptable. Pero de aquello ha pasado ya más de un mes y la luz ni siquiera se ve al final del túnel. Los padres de niños pequeños cuentan con una posibilidad de desahogo a partir del 27 de abril, pero por ahora, los adolescentes quizás deban seguir en casa…