No todas las cuarentenas en Singapur son iguales. Mientras la próspera isla se encuentra afectada por un semicierre que aún permite a los residentes salir para hacer la compra o ejercicio, y aísla en hoteles de cinco estrellas a los residentes que regresan de Europa y Estados Unidos para asegurar que están libres de la covid-19, hay un colectivo que lo tiene mucho más crudo. Los trabajadores inmigrantes, típicamente obreros de la construcción del sur de Asia, han sido forzados a quedarse recluidos en sus barracones después de que más de 18.000 (cerca del 90% del total) haya dado positivo en coronavirus. Una “bomba de relojería”, según habían advertido algunas organizaciones, que ha acabado estallando.