La primera vez que entré a fotografiar dentro del Museo del Prado estaba leyendo un libro sobre las cartas que Felipe II escribió a sus hijas. La sala por la que inicié mi recorrido justamente poseía un retrato de Felipe II, obra de Sofonisba Argensola, y también otros extraordinarios cuadros. Varios eran de sus hijas, las receptoras de las cartas, Catalina Micaela y Clara Eugenia, inmortalizadas por Sánchez Coello.