Jon (nombre ficticio) habla con lentitud, le cuesta pronunciar algo más que monosílabos y mira con ojos tímidos y recelosos. Está delgado, sus piernas muestran decenas de pequeñas marcas y su cabeza una infección de hongos cuya consecuencia, una fina pero visible capa blanca, destaca sobremanera sobre el resto de su cuerpo. Dice Jon que, probablemente tenga ocho años, que no lo sabe. “Hace un tiempo, no me acuerdo de cuánto, mi madre me dio a un señor que vino a casa y él me llevó a pescar. Los últimos meses he estado transportando la carga de lo que otros cogían del lago, desenredando las redes del fondo del agua…”, explica.