¿Qué tienen en común Pedro Sánchez presidiendo un Consejo de Ministros convertido en La tribu de los Brady, Meryl Streep rindiendo homenaje a Stephen Sondheim en albornoz y los integrantes de una institución centenaria como el Orfeón Donostiarra, Mick Jagger cantando eso de que uno no siempre consigue lo que quiere y la rompedora programación online del Teatro de La Abadía? Todos han protagonizado imágenes memorables durante estas siete semanas de confinamiento, que tal vez serán recordadas por su formato inhabitual: la pantalla partida. Buena parte de nuestras interacciones han tenido lugar gracias a una solución formal emparentada con esa vieja herramienta del montaje fílmico, casi tan antigua como el propio cine, que volvió a irrumpir en la cultura visual cuando el coronavirus apareció en nuestras vidas. A medida que plataformas como Zoom ganaban adeptos —en abril superó los 300 millones de usuarios, cuando a finales de 2019 no eran más de 10 millones en todo el mundo—, la split screen se ha convertido en la forma casi normativa de comunicarnos, pero también de crear y consumir cultura.