John Updike llevaba apenas tres años casado, y acababa de cumplir los 21, cuando publicó Nieva en Greenwich Village, su primer relato sobre la ya entonces vibrantemente autodestructiva pareja formada por Joan y Richard Maple, el matrimonio de clase media que, durante más de 20 años, contuvo, de forma intermitente, su propio matrimonio maldito. El padre del inolvidable Harry Conejo Angstrom, personaje que, precisamente, huía de aquello que había deseado, o creía haber deseado, se casó en 1950 con Mary E. Pennington, una estudiante de arte que conoció en Harvard, donde él también estudiaba. Tenía entonces 18 años y puede que, sin saberlo, estuviese eligiendo, al dar el sí quiero, el tema sobre el que giraría toda su obra. Porque aquello iba a dolerle, pero también iba a lanzarle a un planeta extraño, el de la vida a medias, que exploraría, incansablemente, a huidiza novela por año, durante el resto de su vida.