Con las distintas fases de la desescalada nos estamos acostumbrando a una nueva e insólita forma de relacionarnos. Superados los dos meses de encierro, los amigos y familiares vuelven a encontrarse, pero manteniendo la distancia social. Acostumbrados a abrazarnos y besarnos o, en relaciones más formales, a darnos la mano, resulta como mínimo chocante hablar como si hubiera un abismo de por medio. Esto es así, en especial, en la cultura mediterránea, donde se prodiga más el contacto físico que en los países del norte.