A principios de mayo, Fernando Simón salió a hablar con una camisa de lino blanca bastante arrugada y España supo que había llegado la hora de hacer el cambio de armarios. Hasta entonces, todas sus prendas de entretiempo se habían hecho famosas: el cárdigan gris de cremallera, el beis de punto ligero, también con cremallera, y los dos jerséis que tiene con el cuello a la caja, uno en azul marino y otro en verde claro. Fijo que se trata del mismo modelo, porque los señores como Simón son muy dados a comprarse cada invierno el mismo jersey y los mismos pantalones de pana en distintos tonos.