Tengo que decirlo, con Rem Koolhaas no consigo ser objetivo. Pienso que es de los pocos arquitectos que, con sus escritos nos ayuda a ver más allá de nuestras narices y descubrirnos lo que nos está ocurriendo antes incluso de que podamos percibirlo. Lo hacía de joven y lo sigue haciendo ahora con 75 años. Lástima que, como les ocurría a Robert Venturi y a Aldo Rossi, sus mejores textos son siempre mejores que sus mejores edificios. En todo caso, es en esos textos, a veces libros, a veces catálogos de exposiciones, donde nos muestra sus ideas sobre arquitectura y ciudad. Y es releyéndolos de forma cronológica como mejor entendemos la evolución de su pensamiento, desde la lectura revisionista y pop de la ciudad histórica –Delirious New York-, o el desglose de las tipologías según sus escalas –S,M,X,XL– a su interés casi comercial por los no-lugares en las periferias de las macro urbes –Content-. Podríamos así deducir que Koolhaas ha circunscrito su ámbito de pensamiento casi exclusivamente a la ciudad: del Berlín dividido por el muro en los sesenta al Lagos superpoblado en la actualidad. Y así ha sido también con las obras construidas que han acompañado a sus ideas en ese proceso de exploración urbana, tanto en sus primeros edificios en Rotterdam como en los más recientes en China y Catar.