Hace cinco años, cuando Angel Olsen aún no se había convertido en el fenómeno de la música alternativa que es hoy, se mudó, por amor, a Asheville, Carolina del Norte. Nacida en San Luis, había arrancado su entonces aún incipiente carrera musical en Chicago, ciudad que ya empezaba a mostrarle cosas que no le gustaban. El amor fue solo un motivo más para mudarse. Poco después de llegar a Asheville lo dejó con su pareja. Pero decidió quedarse. Empezó a dar largos paseos por el distrito histórico de la localidad. Cada día pasaba por delante de una casa. Pero no estaba en venta, y aunque lo hubiese estado, ella no se la podía permitir. El año pasado, justo después de terminar su cuarto álbum, All mirrors, dio otro paseo. Llegó hasta esa casa. Se dio la vuelta y vio que la que había justo cruzando la calle estaba en venta. La compró. “No vivo en la casa de mis sueños, pero cada mañana al salir veo la casa de mis sueños. Con eso me alcanza”. A pesar de que su mejor amigo es un gato, Angel Olsen afirma que, por fin, es feliz.