Para Ana Frank, la libertad era un árbol. La niña judía alemana recluida con su familia en tres habitaciones secretas de una casa de Ámsterdam podía ver un castaño centenario desde su escondite. “Miramos el cielo azul, el castaño sin hojas con sus ramas de gotitas resplandecientes, las gaviotas y demás pájaros que al volar por encima de nuestras cabezas parecían de plata. Y todo esto nos conmovió y nos sobrecogió tanto que no podíamos hablar”, escribió en su Diario el miércoles 23 de febrero de 1944. El sábado 13 de mayo de 1944 apuntó: “El castaño está en flor de arriba abajo y lleno de hojas además y está mucho más bonito que el año pasado”.