Fue un desalojo con sordina, “de guante blanco”, en palabras de Rachel Abrams, redactora de The New York Times. La policía llegó a primera hora de la mañana del 1 de julio, desmontó las barricadas y empezó a dispersar a los que acampaban en los alrededores del parque Carl Anderson, en Seattle. Apenas encontró resistencia. Pocas horas después, la alcaldesa de la ciudad estadounidense, la demócrata Jenny Durkan, agradecía a los ocupantes de Capitol Hill “su sensatez y moderación” y aseguraba que había dado instrucciones de que no se presentasen cargos contra ellos.