Unos baños se reservaban para Isabel II, por si a la reina se le ocurría bajar de Palacio a refrescarse junto al Manzanares. Cerca se levantaría una escuela de natación, con su zona para hombres y, con “separaciones convenientes”, la de las mujeres. Aquel era un proyecto para que los potentados de la Villa disfrutaran en el modesto río de la capital de unos baños de agua caliente, otros minerales y de chorros, y de un puerto para embarcarse en pequeñas barcas. El establecimiento de recreo Pórtici se planeó en torno a 1835 para ubicarlo entre el camino de El Pardo y el río, y, a juzgar por los pleitos que se sabe acarreó, la obra no llegó a buen puerto. Quedaron como una anécdota en un continuo afán de los madrileños por bañarse en los sotos y riberas de su río.